domingo, 8 de julio de 2012

Maria Vazquez Revista Hola 2011













Cada tres meses María Vázquez (36) arma las valijas de toda su familia. Meticulosa, casi obsesiva y organizada, como si se tratara de una verdadera ingeniería del espacio, cuenta que guarda las remeras y camisas en bolsas Ziploc y envuelve los zapatos en papel film. ''Así, cuando desempaco encuentro todo enseguida. Es un orden de hospital, tengo bolsas de todos los tamaños. Mia, mi hija mayor, piensa que mi profesión es ser especialista en armar equipaje'', cuenta la modelo entre risas.
Hace diez años, cuando María se casó con Adolfo Cambiaso (36), el mejor jugador de polo del mundo, decidió que una importante etapa de su vida iba a estar dedicada a seguirlo por cielo y tierra. Desde entonces, junto con sus hijos Mia (8), Adolfo (5) y Myla (1), lo acompaña por Inglaterra, España, Estados Unidos y Argentina, detrás del calendario itinerante del polo internacional. ''Somos una familia de gitanos. Mi tarea consiste en construir y mantener la estabilidad emocional de Adolfo y los chicos -asegura-. Me hice cargo de mi elección, fui muy consciente de que quería formar una familia y no me arrepiento'', confiesa mientras contempla la naturaleza del campo.

Sin embargo, el año pasado María había resuelto cambiar de planes. ''Mia ya estaba en el primario y yo tenía todo organizado como para tomarme un año sin viajes. Estaba decidida a retomar mi carrera y tenía un proyecto para la televisión'', recuerda. Pero volvió a quedar embarazada. ''Myla llegó de sorpresa, cuando yo no quería más hijos. En realidad, eran mellizos, pero uno murió'', dice. El 22 de septiembre, Myla cumplió 1 año. ''La beba postergó un poco mi vuelta, pero estoy segura de que va a aparecer algo. No quiero esperar a que Adolfo se retire para volver a trabajar. Es un tema que ya está hablado en la pareja. Tengo ganas de reinventarme y retomar mi profesión. Creo que me lo merezco'', dice, y se dispone a una entrevista sincera.





-¿Te arrepentís de haber postergado tu carrera?

-No, no creo que tenga cuentas pendientes. Yo soñaba con formar una familia, era un proyecto que tenía como mujer y hoy no me imagino sin mis hijos. Por suerte, creo que haber trabajado diez años en la moda me dio un nombre y eso me permite reaparecer y seguir vigente. Además, aunque hoy no esté en una pantalla sigo estudiando, tomo clases de baile y actuación en las diferentes partes del mundo donde vivo. No estoy dormida y sigo formándome como artista.

-¿Cómo fue perder el lugar protagónico en la pareja?

-Son etapas. Cuando lo conocí a Adolfito, durante los siete primeros años de nuestro noviazgo, el centro de la pareja era yo, porque mi trabajo estaba mucho más expuesto. Cuando tuvimos nuestros hijos eso cambió y a mí me encantó cumplir el rol de seguirlo y ser la desconocida. Creo que tiene que ver con una cuestión de madurez y una capacidad de adaptación. Si hubiera sido al revés, no sé si mi marido me hubiera acompañado. No me molesta que él sea el protagonista porque lo amo, es el padre de mis hijos y estoy muy orgullosa de su carrera.

-¿Qué fue lo que más te enamoró de Adolfo?

-Su simpleza. Era de un ambiente que no tenía nada que ver con el mío, y eso me descontracturó. No hay nada complejo ni oculto detrás de su mirada, es un hombre transparente. Para él la vida se trata de disfrutar y de ser feliz. Después, cuando tuve a mis hijos, me di cuenta de que en realidad lo había elegido porque iba a ser un gran padre. No me equivoqué: es muy cariñoso y presente.





-A veces, sin conocerlo, se muestra parco, callado…

-Es un poco tímido. Me llevó mucho tiempo descubrirlo. Al principio tenía un halo de misterio que me gustaba y me invitaba a seguir conociéndolo. Es una persona que sólo se siente cómodo cuando se halla en su lugar. Y, cuando está con sus hijos, cambia completamente, es como si se reconectara con su energía y fluyera. Siempre le digo que, además de papá, es como una gran madre: aunque esté en medio de una jugada, sabe con quién están los chicos y hasta si hay que abrigarlos.

-Después de diecisiete años junto a Adolfo, finalmente habrás aprendido las reglas del polo.

-El polo sigue estando en el mismo lugar que cuando lo conocí. Yo me enamoré del hombre, no del deportista. Ver los partidos no es lo que más me gusta. Pero ahora sí entiendo lo que significa su trabajo, y hasta lo acompaño mucho en la caballeriza.

EL CAMPO, EL AMOR Y LOS HIJOS

-¿Te adaptaste a la vida de campo?

-Sí, aunque todavía me escapo mucho a Buenos Aires. Me gusta la energía de la ciudad, esa cosa cansadora que tiene, que todos los días sean distintos. Pero desde que nacieron mis hijos le encontré el sentido al campo y creo que la posibilidad de criarlos acá no la cambio por nada. Como individuo hubiera elegido otro lugar para vivir, pero me adapté bien al desafío y mis hijos son felices con esta vida.

-Decías al principio que ya no querés tener más hijos. ¿Qué opina Adolfo al respecto?

-Si fuera por él, tendríamos muchos más. Pero, a la vez, Adolfo entiende y respeta mi decisión de haber cerrado la fábrica. La vuelta con Myla fue bastante dura. Poroto tenía 4 años cuando nació su hermanita y a mí me costó volver a acostumbrarme al horario de la siesta, de las comidas y a las constantes visitas al médico. Además, había que sumar la demanda de mis otros dos hijos, que ahora tienen un montón de actividades. Por suerte, esta vez ya tenía la madurez y la experiencia de saber que hay cosas que son normales en los chicos. Myla llegó para enseñarme a disfrutar y me marcó que tenía que seguir un poco más en el camino de la maternidad.

-¿Te costó recuperar la figura luego del último embarazo?

-Si bien engordé menos que en los anteriores, el cuerpo tardó más en recuperar sus formas. Creo que a medida que pasan los años cada vez cuesta un poco más, porque al embarazo se le suma el paso del tiempo. Con Myla me cuidé mucho más que con Mia y Adolfito. No quería llegar al último mes convertida en un globo y sin poder moverme porque también tenía que ocuparme de mis otros dos hijos.





-¿Cómo recibieron tus chicos a Myla?

-¡Felices! Mia y Adolfito son muy buenos hermanos, además de la mejor ayuda que tengo: la cuidan, viven pendientes de ella y no le tienen celos. Creo que ayudó que cada uno tuviera su momento de protagonismo. Mia me enseñó a ser madre porque fue la primera: con ella conocí la conexión que se tiene con un hijo, eso de sentir el amor en la máxima potencia y expresión. Y tres años más tarde llegó Adolfito para enseñarme a dar sin recibir: siempre fue un chico generoso, bueno y tranquilo, y me dio mucha paz.

-¿Qué esperás para tus hijos?

-Que sean felices y, por sobre todas las cosas, que tengan la posibilidad de elegir. Aunque no estoy de acuerdo en que sigan con el polo por mandato, no me molestaría que lleven esta vida, porque no reniego en lo más mínimo. Me encantaría que hagan algo relacionado con el deporte porque, aunque a mí particularmente no me entusiasma, me gusta el estilo de vida del deportista. El polo es una profesión que te permite conocer el mundo y te enseña desde muy temprano a esforzarte, a ser constante y disciplinado, cualidades importantes.





-¿Creés en el amor para toda la vida?

-Creo como idea y como filosofía. Pero hoy, que soy más grande y consciente, creo que es un trabajo para toda la vida. El amor hay que fomentarlo, somos dos individuos con necesidades totalmente distintas y no crecemos ni maduramos en la misma etapa. El amor en su estado puro e idealizado, ése que uno experimenta cuando es joven, se va transformando, y luego hace foco en tener un compañero de vida. Yo elijo a Adolfo todos los días, así como él me elige a mí.
-¿Se casaron por iglesia?

-No. En su momento yo tenía una fantasía impuesta y quería casarme, pero a Adolfo no le gustaba la idea. Soy la única mujer de cuatro hermanos, la nena de mamá y papá, y creía que era una tradición que había que respetar. Después me di cuenta de que no era importante, que era un compromiso mucho mayor tener un hijo. Hoy no queda ninguna cuenta pendiente.

-¿Son celosos?

-Bueno… celosos somos todos. Adolfo es un poco más que yo, sus amigos a veces lo cargan conmigo por mi físico. Y yo era mucho más celosa antes, ahora tengo otras seguridades y una pareja muy sólida. Además, la verdad es que mi marido no me da motivos y creo que yo tampoco a él.
-¿Todavía no existen las botineras del polo?
-Sí, eso existe en todas las profesiones.[Risas.] Pero yo sé dónde está concentrada la mirada de Adolfo…





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